Y después de algunos años y por petición de nuestros lectores, hemos regresado a la segunda temporada de relatos, con situaciones tántricas recargadas de placer y cosas inusuales que suceden todos los días en nuestro spa. Y una de esas experiencias es la que te compartimos en esta entrada, para que eleves tus sensaciones erógenas al máximo en nuestra compañía. Ve por tu paquete masturbativo y manos a la erección.

Esta historia comenzó el 15 de septiembre de 2021, de la misma forma que inician las historias en nuestro spa, historias que duran 50 minutos una vez por semana, -como suele ser costumbre- pero esta historia, la de nuestro protagonista, es una historia que inició y aun no ha terminado. Todo comenzó con un texto que reza así: «Buenos días, me podría regalar información de precios y servicios, además, la ubicación del lugar y si hay donde parquear. Gracias». Es el texto transcrito de Vladimir a nuestro WhatsApp, que aun conservamos en nuestro chat. ¡Vaya reliquia!

Inmediatamente respondimos sus inquietudes con un: «Buen día, le compartimos nuestro catálogo de servicios, ¿Cuándo le gustaría agendar?». Fue el primer contacto contacto de lo que hoy es una historia muy, pero muy interesante.

Vladimir es un tipo escueto, al grano y sin tanta vuelta, de inmediato revisó el catálogo, agendó y asistió a la cita acordada el 16 de septiembre de 2021. Programó su servicio a las 2:00 p.m. y como siempre durante todas sus visitas quincenales, estaba ahí cinco minutos antes.

Ese 16 de septiembre, asistió con su singular forma de vestir, camisa estilo sudadera, botas industriales, pantalón jeans, una mochila y un artefacto que cae desde sus hombros donde porta sus documentos. Siendo sincero, lo ves por la calle y jamás llegas a imaginar la cantidad de pensamientos morbosos que cruzan su cabeza y la fascinación que iba a tener por esta disciplina de la salud, como es el servicio de relajación. Vladimir es lo que en algún momento le podríamos llamar: un chacal.

Cuando Carlos me avisó que había llegado, de inmediato salí a su encuentro y lo hice pasar, ingresamos al spa y todo estaba listo como siempre, aroma por doquier, velas, música y la limpieza y orden que nos caracteriza. Cuando entró le indiqué dónde debía dejar sus cosas, le dije que me permitiera su camisa y pantalón para ubicarlos en el armario y le expliqué que debía recostarse sobre la camilla. Mientras sucedía esta escena, no podía evitar ver sus tatuajes, el bóxer que se ajustaba uniformemente a su paquete, un paquete digno de despertar.

Inicié el masaje como es costumbre por la espalda, bajaba lentamente hasta su espalda baja y regresaba hasta sus hombros, deslizaba mis manos y procuraba tocar los vellos de sus axilas cada vez que subía y llegaba cerca de esa zona. El olor que emanaba cada vez que tocaba su piel, era un olor a hombre, masculino, fuerte y limpio. 

A pesar que sabía que por sus características era hetero curioso, bisexual o activo, no podía evitar ver su trasero, perfectamente delineado con su ropa interior. Mientras estaba boca abajo, tocaba con suavidad sobre su perineo, haciendo círculos que me permitían sentir el flujo de su sangre hacia su miembro, ese miembro que no había conocido varón.

No finalicé los 20 minutos correspondientes a esa postura en el masaje, a penas habían pasado 10 minutos y le indique que se diera vuelta, viendo hacia arriba, y lo primero que vi fue su bulto, carnoso, curvo y perfectamente cubierto por la textura de su envoltorio color rojo. Inicié el masaje por sus pectorales, me desplacé hacia sus pezones y regresé de nuevo a sus axilas, que cada que las tocaba, emanaban ese aroma al cual, muchos somos adictos, un aroma con el que podría venirme tres veces únicamente respirándolo. Después bajé a sus piernas, unas piernas blancas, tonificadas y con un tatuaje. Diez minutos pasaron y retiré la última prenda que le acompañaba, lo hice en cámara lenta y en el preciso momento que la tela deja de tener contacto con su miembro, le vi salir, brotó de entre el bóxer con un fuerte movimiento y rebote sobre su abdomen, de inmediato apareció esa obra de arte, un trozo de carne color blanco, inflamado de sangre circulante y palpitando. No pude evitarlo y de inmediato lo tomé con mis manos, comencé a disfrutar la fricción, el desliz, su pálpito, y el sentir su leche a punto de salir.

Yo realizaba movimientos rápidos en su glande, llegaba hasta el escroto y subía de nuevo, así estuve durante algún tiempo, mientras olía sus axilas, su barba, todo su cuerpo, hasta que por fin el gran momento estaba a punto de llegar. Comenzó a gemir de placer, a realizar movimientos con su pelvis para adelante y hacia atrás, hasta que de repente sentí su esperma brotar, como brota la lava de un volcán en erupción, solo que en color blanco, un tono blanco muy espeso y en gran cantidad, que perfumaba a lejía nuestro templo de la relajación. Finalicé el servicio, se retiró y continuó visitándonos por su tratamiento de relajación cada quince días, una semana sí y una no.

Hasta que un día, conversando por WhatsApp al momento de agendar una cita, surgió la broma de llegar a ser masajista, a lo que como empresa nos sentimos halagados y de inmediato lo comunicamos al jefe. El jefe nos consultó el motivo, claro estaba que no era necesidad económica, sino como la mayoría de nosotros, que el motivo es no retirarnos de este plano terrenal sin antes haber dejado satisfechos, todos nuestros morbos.

Cuando el jefe lo acepta y lo contrata, todo el equipo comenzó a entrenarlo de la misma forma que nosotros hemos sido entrenados en el extranjero, aprendió muy rápido a pesar de nunca antes haber tenido contacto erótico masculino y desde el 4 de febrero de 2022, labora para Zen Spa, como uno de nuestros cinco masajistas titulares, ¿Te gustaría conocer a Vladimir? Haz tu cita de inmediato al +503 7289 8612 y disfruta de esas manos de chacal que tu cuerpo necesita.

Atte. Mateo

RELATO 0001 | TEMPORADA II