Noche de domingo y como ya es costumbre, es momento de compartir contigo el hecho más trascendental acontecido en los últimos días, ve por tu kit exprimidor de leche, dispositivo en mano y a masturbarte, que este relato está fuera de lo común pero sumamente excitante.
Sucedió la noche del lunes 17 de julio, donde por lo general suele ser un día tranquilo y se atienden 2 pacientes por hora y no 3 ó 4 como normalmente sucede, y la experiencia de esta noche no fue precisamente con un paciente que hizo su cita del modo convencional, sino que sucedió con un caballero que ni él, ni yo, esperábamos vivir la situación incómoda en la que estuvimos.
Eran cerca de las 11:00 p.m. y estaba terminando de editar la producción del OnlyFans que se publicó esta noche, lavé la taza de café, arreglé el ordenador en mi mochila y mientras esperaba que Ezequiel y Tony finalizaran con sus pacientes, y antes de hacer el cierre de caja del día me quedé viendo hacia el pasillo, escuchaba al fondo en la habitación la izquierda, unos aplausos, y para quienes conocen a Ezequiel, no perdona nada y cualquier paciente que le solicite el servicio, sale de ahí casi que en silla de ruedas.
Por lo tanto, escuchar esos efectos sexo especiales, fue música para mis oídos, y cual cuerpo en castidad, empecé a sentir que la energía sexual se esparcía en todos los espacios del spa, para distraerme me puse a ordenar, saqué la basura al pasillo y en ese momento, vi bajar por las escaleras al joven que forma parte del personal de vigilancia en nuestro edificio, que ese día le había tocado turno. Lo saludé de lejos y caminé hacia él. Es un caballero delgado, de unos 22 ó 23 años aproximadamente, tenía cara de haber estado en el ejército, serio pero amigable a la vez, complexión definida y estatura promedio de un salvadoreño, sin uniforme parece un chacal muy bien formado.
Desde hacía algunos meses, me llamaba la atención su forma de ser tan cálida conmigo, pero ese lunes yo ya estaba mal y al hacer que el encuentro sucediera, supe que era el momento de actuar y que tenía que hacerlo en nombre de aquellos que nunca han tenido una oportunidad similar, pero que la desean desde lo más profundo de su órgano reproductor.
Habíamos cruzado pocas palabras durante el tiempo que estaba al servicio del edificio, pero, algo en él me decía que quería experimentar, hablamos del clima cuando le saludé, porque era una noche muy fría y le pregunté que cómo estaba el clima en caseta, a lo que respondió que de la una de la mañana en adelante, se comenzaba a sentir frío. Es mi momento, pensé, mientras el espíritu de la lujuria se apoderaba de mi cuerpo.
Lo primero que se me ocurrió decirle, fue:
- ¿Te gustaría llevarte un café?
- Sí, por favor, – me dijo-
Y le dije que me acompañara porque se lo tenía que preparar. Entró, se sentó y me dijo que si podía quitarse el cinturón que llevaba con el arma, a lo que confirmé con la cabeza, en eso se fijó en el Buda que tenemos como decoración y me hizo algunas preguntas, y entre tanta platica, le conté que ahí era un spa y que cuando quisiera podía relajarlo con ningún problema. Me dijo que le parecía muy buena la idea, que estaba muy estresado por una situación personal con su novia y que el masaje le caería muy bien.
Recordé que Ezequiel y Tony estaban usando las cabinas con camilla y la habitación con cama, estaba siendo utilizada por un paciente que vino desde Colombia únicamente a disfrutar nuestros servicios, por lo tanto, no tenía un espacio disponible para atenderlo, pero, era esa noche o no era nunca, y como por lo general soy muy decidido, empecé a improvisar. Le toqué los hombros con el uniforme puesto, como fingiendo que le estaba dando un masaje, y le dije:
- Tienes razón estás muy estresado. Con permiso.
Y comencé a desabotonar su camisa, le hice ver que era para no dejarla con arrugas y relajarlo mejor. Cuando se la quité, llegó a mi olfato un olor increíble a hombre transpirado, a feromonas masculinas con la tensión sexual en el espacio, después retiré una playera blanca que vestía por debajo del uniforme, y comencé a disfrutar su cuerpo, su espalda definida y delgada, yo respiraba profundo cerca de su cuello, y al alimentarme de su aroma, mi órgano reproductor crecía y se agitaba cada vez más.
Luego de ese procedimiento, me paré frente a él y comencé el masaje en el cuello, sin cremas, sin aceites, solo el calor de mis manos deseándolo a él. El momento que todos esperamos había llegado, tenía que relajar sus extremidades inferiores, me senté en el sofá y él continuaba de pie, vestía un pantalón de vestir, color beige claro y ajustado, comencé a trabajar en sus muslos, procurando que mi nariz quedara muy cerca de su cierre, y para haber estado trabajando todo el día con esa misma ropa, el aroma a varón era impresionante.
Yo seguía masajeando cerca de su ingle y con el rabillo del ojo, muy pendiente de alguna posible erección, pasaron algunos minutos y no sucedía absolutamente nada, entonces tenía que hacer que las cosas pasaran y con total determinación y sin consultarle, solté su cinturón y bajé el zíper de su pantalón, solté el botón y su prenda cayó al suelo, en ese momento le dije que era para una mejor relajación y yo en mis pensamientos diciendo:
- La relajación no es de pie.
Pero era algo que él no sabía y a conveniencia de ambas partes, era mejor que él recibiera el servicio de pie. En ese momento que comenzaba a agitar los músculos de sus piernas cerca de su miembro, ahí sí que comenzó a reaccionar, bajo su bóxer blanco un gran ser, se comenzaba a perfilar, bien es como dicen que los hombres delgados, tienen grandes herramientas, y efectivamente, el caballero en mención no solo portaba el arma de trabajo larga, sino también su arma y herramienta de vida. Como su ropa interior era blanca, comencé a notar la humedad que brotaba de su glande, respiraba profundo mientras hacía que su miembro vibrara, en eso quise retirar su bóxer y me dijo que no, que si lo hacía se iba a emocionar más y que él era fiel.
Le expliqué que eyacular le hacía bien a la salud de su próstata, y que si no mezclaba sentimientos ni había un acto sexual, de ninguna manera estaba siendo infiel, únicamente estaba siendo un hombre, completando un ciclo biológico, después de esa explicación, accedió.
Cuando por fin estuve frente a frente con su maravilloso cuerpo cavernoso, lo admiré, aprecié cada detalle, porque sabía que podía ser la primera y última vez que podía disfrutarlo, después lo tomé con mis manos, y comencé a agitarlo una y otra vez, deseaba con todas mis fuerzas que sus hijos cayeran sobre mí y efectivamente fue así, gritó y respiró con más intensidad al momento de su orgasmo. Su cuerpo se contrajo mientras extraía de él, esos nutrientes que todo masajista necesita, su exquisita vertiente de leche cayó sobre mi rostro y se detuvo en mi boca, la saboree durante algunos segundos, fui por papel para limpiarlo y de inmediato su miembro viril quedó con mucha flacidez, le dije si me permitía correrme a mí también y me dijo que estaba bien.
Dejé mi rostro cerca de su abdomen, y mi boca cerca de sus vellos púbicos, en ese momento y sin quitarme una sola prenda, comencé a estimularme y al cabo de medio minuto yo me había corrido también, una maravillosa situación, tensa e impredecible.
Le di su ropa, el café que le había preparado y nos despedimos. Nunca volvimos a tocar el tema y a la fecha nos saludamos como si nada hubiese pasado.
Atte. Mateo
RELATO 0002 | TEMPORADA III
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