Los he reunido aquí hoy, en esta noche de domingo, para compartir mi última y extraña experiencia con un paciente que atendí el pasado viernes. Te recomiendo leer este relato en lo más íntimo de tu hogar, donde puedas deleitarte con deliciosos auto toqueteos, agitaciones de glande y expulsiones impactantes.
De la llegada de nuestro paciente Juan José y de la forma en que realizó la cita, no tuve mayor detalle porque a la fecha todo fue muy repentino y sigue siendo un misterio.
Como algunos sabrán, la tarde de viernes la uso para grabar en video el contenido que tú vas a utilizar los domingos por la noche para masturbarte y que alojamos en nuestra plataforma de OnlyFans -y si los pacientes me dan tiempo- los viernes por la noche edito la producción para tenerla lista y subirla el domingo. Carlos ya sabe que si no es necesario, no debe agendar citas para Mateo, porque toca llevar a cabo la producción digital del material.
Sin embargo, el pasado viernes, Alejandro se retiró a las 8:00 p.m. y Ezequiel a las 10:00 p.m. Antes de irse me preguntó si nos íbamos ya, le respondí que aun me faltaba exportar, pero que al rato me iba y que muchas gracias.
A eso de las 10:40 p.m. Sonó el timbre de nuestro templo. Normalmente nunca suena porque cuando el paciente nos avisa que ha llegado a nuestro WhatsApp, enviamos al masajista por él, sin embargo en esta ocasión, únicamente un paciente había llegado a la puerta.
En ese momento que escuché el sonido, escribí en el grupo que tenemos en WhatsApp, que si sabían de alguna cita o si algún paciente iba a regresar, pero nadie sabía nada, por lo tanto, decidí abrir y ¡Vaya sorpresa!
Cuando abrí la puerta, vi a un joven de unos 23 años aproximadamente, con el cabello un poco más largo de lo convencional, delgado, sin músculos, medía 1.85 aproximadamente, un par de centímetros más que yo, su cara bonita pero a la vez denotaba sus kilómetros recorridos.
Lo vi con la cabeza recostada sobre la pared y con el cuerpo un poco en movimiento, de inmediato asumí que había bebido mucho, lo invité a pasar y decidí ayudarlo a entrar, porque por la poca luz y su estado de embriaguez, muy probablemente se podría accidentar en el camino, lo tomé por la cintura y coloqué su brazo sobre mi hombro, y ¡Wow! Sentí de inmediato su aroma a hombre fino pero transpirado, el olor de sus axilas era sumamente excitante, por lo que disimuladamente traté de tocar la esponjada y exquisita textura de sus vellos que se sentían hasta incluso, con su ropa puesta.
Llegamos al sofá, lo dejé recostado, le indiqué que me esperaría algunos minutos para preparar el servicio. ¿Cuál servicio? Me dijo. A lo que yo me sorprendí y le dije que estaba en un spa y que yo le brindaría un servicio de masaje.
¿Y Raúl? Me dijo. En ese momento entendí que se había equivocado de local, le expliqué y le dije que podía esperar, mientras se contactaba con Raúl. Me dijo que casi ya no andaba carga en su dispositivo móvil, pero que si le podía prestar un cargador para comunicarse después, lo hice con gusto y le dije que si mientras esperaba, le gustaría que yo le ayudara a relajarse.
Me respondió afirmativamente y de inmediato me dispuse a preparar todo. Minutos después que regresé por él al sofá, estaba roncando, con sueño profundo. Fue entonces que decidí ayudarlo a ponerse cómodo, retiré primero sus zapatos, calcetines, desabotoné su camisa, lo senté y recosté sobre mi hombro derecho, mientras retiré por completo su camisa, la llevé hacia mi nariz, toqué con disimulo sus pobladas axilas y me acerqué a ellas para disfrutar su masculino aroma.
Juan José era delgado pero pesaba suficiente, habiendo retirado su camisa, lo acosté de nuevo, desaté su cinturón y desabotoné su pantalón color gris y ajustado, que marcaba muy bien su pelvis y armamento que lo acompañaba.
Mientras retiraba su pantalón, acerqué mi nariz a su bóxer, no era nada ajustado pero permitía fácilmente deslizar las manos hacia adentro. Es de la ropa interior que me encanta verle a los pacientes, porque tienen un botón que cuando se da la erección, los deliciosos miembros se asoman por ese orificio.
Después de haberlo olido, intenté tocar cerca de su punto erógeno, el cual sentí tenso desde que retiré su pantalón. Después de haberle examinado respectivamente, lo desperté y le indiqué que lo llevaría a la camilla.
Lo ayudé a levantarse, traté de ir muy lento para disfrutar su aroma del día mientras nos conducíamos a la cabina de relajación, lo recosté sobre la camilla. En esta ocasión, no sería necesaria la relajación de espalda, para efectos precisos, me interesaba la relajación pélvica y así fue.
Una vez en la camilla, empezó a roncar, pero su miembro estaba erecto y palpitante, oscilaba de arriba a abajo y en círculos, caía y se levantaba a su antojo, era un miembro curvo hacia abajo, como de unos 17 centímetros aproximadamente y para haber orinado muchas veces en la noche por el consumo de tanto alcohol, su miembro olía espectacular.
Inicié delicadamente el masaje es sus piernas, después subí a su abdomen para finalmente concentrarme en su glande, su perineo, su escroto. ¡Dios! Era un espectáculo erótico que no te puedes imaginar, olores, tensión sexual, ronquidos, axilas desbordando vellos. No podía esperar más, mi erección estaba siendo llevada al límite, y ya tenía varios segundos de contención.
No me resistí y comencé a rodear su glande con mis labios, a respirar su olor a miembro de varón, separé mis labios y me lo introduje poco a poco, lo deslicé sobre mi boca, con la tensión de no despertarle, pero la intensión que lo hiciera, apreté con sutileza y lo saboreaba con elegancia. Como diría mi buen amigo W.P., le mordí el tronquito. Se me hacía agua la boca, disfrutaba cada segundo alimentándome de semejante trozo relleno de proteína de hombre, tomé su flácida mano y la presioné contra mi cabeza, como para sentir que era él quien me estaba provocando a practicarle garganta profunda.
Poco después sentí que despertó, levantó la cabeza para verme en acción y usó sus manos para intentar retirarme de ahí, pero me pegué a él con más fuerza, y me dijo con voz de ebrio: ¡Cuidado! Ya casi.
Esa mágica frase, me prendió mucho más, seguí con afán, adentro y afuera. Con fuerza y poca succión, lengua, saliva, adentro y afuera. Con mi mano derecha comencé a agitarme, ya estaba a punto de explotar, únicamente esperando su señal expulsativa, que fue casi inmediata, hizo un final intento por retirarme pero no pudo, después de eso, se dejó expulsar dentro de mi boca, y en el momento que sentí su leche espesa y espumosa brotar sobre mi paladar, mi explosión se llevo a cabo con éxito, me corrí sobre la camilla cerca de su abdomen.
Una vez exprimidos los dos, lo limpié, lo vestí y me quedé cuidando de él en el sofá, hasta que Raúl llegó a su rescate.
Texto post créditos:
Aún me quedo viendo a la nada y recuerdo/siento su olor a domicilio como si hubiese sido ayer.
Atte. Mateo
RELATO 0007 | TEMPORADA III
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