Confusión y efusión

por | Mar 4, 2019 | TEMPORADA I | 0 Comentarios

Como todos los domingos es un gusto compartirte el relato de hoy, antes que nada, este relato es propio y no sucedió esta semana. Como algunos de ustedes sabrán mi nombre es Carlos Rodríguez, estoy a cargo de las citas, atención al cliente en Zen Spa, y darte la información que necesites. Mateo se encarga de tropicalizar los relatos de mis compañeros masajistas y transcribirlos al blog y yo de recopilar la información necesaria y que podemos compartir, sin afectar la discreción de nuestros pacientes.

En esta ocasión no adapté ningún relato, sino que es mi experiencia la que les quiero compartir. Comencé este proyecto allá por noviembre de 2018, cuando mi jefe me propuso colaborar en su nuevo emprendimiento, con lo visual y lo gráfico. Masajes no puedo realizar y él es muy acertado en contratar a los mejores y más capacitados para el rubro, por lo cual, acepté la propuesta dados mis estudios y experiencias anteriores.

Como ustedes sabrán, mi trabajo no es nada convencional y para darles información sobre lo que se hace en Zen Spa, debo conocer los productos y servicios que ofrecemos, porque no es lo mismo recomendar algo conocido, que algo que jamás hemos probado. Y antes de comenzar el proyecto me dijo el jefe: Carlos, te venís el domingo que te vamos a realizar todos los masajes y las mascarillas, a lo que respondí afirmativamente.

Se llegó el domingo, normalmente yo trabajo desde mi casa en el departamento de La Unión, ya que acá está mi señora y mi hija, pero cuando me solicitan ir a la oficina, trato de ser muy puntual, llegué bien bañado y peinado, a eso de las diez de la mañana, llevaba mi computadora, mi iPad, mi equipo fotográfico y mis luces. Me dijo el jefe que guardara todo, que únicamente me iba a relajar, puse mi mejor sonrisa, agradecí la oportunidad y me relajé.

Me hicieron entrar al cuarto temático número uno, me pareció extraño todo lo que vi, ya que nunca había conocido algo similar aquí en el país, había velas, aromas, música, aire acondicionado y todo un sistema de masajes increíble, al entrar me atendió un joven alto, barbado, con gafas, muy agradable y que con mucha amabilidad me indicó lo que debía hacer y me aplicó una de las tantas mascarillas.

Después, me acosté en ropa interior con la espalda hacia arriba y sentí que algo caliente estaba siendo colocado sobre mi columna, eran las piedras basálticas que relajan de inmediato, así comenzó mi proceso, con el masaje sensitivo que tanto disfrutan ustedes, nuestros pacientes. Nos llevamos al rededor de una hora, entre proceso y proceso, posterior a ello, me realizaron la rutina del masaje relajante y hasta ahí, todo perfecto.

Se llegó el momento más incomodo para mí, desconocía el masaje de la casa, el masaje Tántrico y todo lo que él conlleva; y reitero que fue incómodo porque tengo una esposa, una hija y jamás me había visto en una situación así, te cuento pero no le digas a nadie, el masaje Tántrico trabaja los puntos erógenos que tenemos los hombres y que yo desconocía; primero el masajista comenzó el proceso normal del masaje, de repente bajó mi ropa interior y comenzó a trabajar en mis glúteos, sentí mucha incomodidad, ya que ningún hombre me había tocado nunca, estaba tan tenso que él lo percibió y me dijo que me relajara.

Y bueno dije yo, ya estoy aquí, probemos. A medida iba trabajando punto a punto, sentía una agradable sensación que hasta el día de hoy no me explico por qué; cerré mis ojos y olvidé que era él quien estaba ahí; comenzó a masajear circularmente mi recto y yo sentía que se movía y palpitaba, era una sensación rara pero a la vez placentera, cuando sentí, uno de sus dedos estaba dentro mío y no me pregunten por qué, pero de la nada sentí un placer increíble y mi miembro genital se comenzó a despertar.

Jamás imaginé llegar a sentir tremenda excitación con solo ese proceso, en ese momento, el masajista halo mi miembro y lo tomó desde atrás y lo comenzó a trabajar también, duré al rededor de 15 minutos en masaje continuo; entre aceites, aromas, apretones y movimientos placenteros, algo en mí lo estaba disfrutando tanto, me di la vuelta y comencé a sentir mis testículos contraídos, estaban preparándose para expulsar desde dentro de mí, esa leche reprimida que tenía días de no soltar.

Olvidé la vergüenza del momento y disfruté tanto el éxtasis que me estaban provocando, que solo gemí, un sudor helado recorría mi piel, me movía mientras me apretaban, respiré profundo y un gemido desgarrador salió de mí, y dije: me vengo. 

Expulsé una generosa cantidad de semilla, que me llené hasta el rostro; las manos del masajista quedaron cubiertas por completo del vital líquido espeso, y esa fuerza sexual que expulsé, me permitió un grado de relajación increíble.

Ahora sí, recomiendo con propiedad el servicio.

Atte. Carlos Rodríguez 👨🏻‍💻

RELATO 0009 | TEMPORADA I

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