Armas del cliente

por | Mar 18, 2019 | TEMPORADA I | 1 Comentario

Feliz noche de domingo y gracias por leernos nuevamente y sobretodo por tus continuas visitas, no solo a nuestro club, sino también a nuestro blog y redes sociales; visitas que con mucho cariño recibimos.

Antes de comenzar con el relato tántrico de este día, queremos compartirte que hoy con nuestro relato número 11, -el 11 es un número especial para nosotros- finalizamos la primera temporada de episodios tántricos. El próximo domingo, habrá entrada en nuestro blog, pero con información de nuestros nuevos servicios y la explicación amplia de los que ya tenemos, esto a petición de algunos de nuestros clientes, que desean conocer a profundidad nuestras técnicas. Te mantendremos informado sobre el inicio de la segunda temporada de relatos, relatos tántricos recargados. Sin más, iniciamos. 

Primero quiero ponerte en contexto, sucedió el pasado miércoles 13 de marzo, ese día, a mí me tocaba cerrar operaciones y a eso de las 9:15 p.m., me llama Carlos que un cliente llegaría a las 9:30 p.m. Para ser honesto, ya tenía ganas de irme, me sentía cansado, porque ese día me tocó cubrir solo, ya que Juan Carlos se fue a clases temprano y el siguiente día me tocaba madrugar para ir a la universidad, mi horario es de 6:20 a 8:10 a.m. -estudio en una universidad privada de la capital- y pues no soy bueno para el desvelo.

Comencé mi rutina nuevamente, para preparar el espectáculo nocturno de Zen Spa por las noches: limpieza de sábanas, aromas, luces, inciensos, ornamentos, plantas que cambiamos de lugar, música y bueno todo lo que conlleva preparar ese episodio de relajación, minutos antes de recibir a cada paciente. Y bueno, 9:28 ya todo estaba listo, incluyendo mi aseo personal.

Eran las 9:30 p.m. cuando me avisan que el cliente estaba ahí, ese cliente tan inesperado, un cliente que jamás pensé recibir, de hecho jamás pensé dar ese tipo de servicios a un cliente de esa índole y tampoco creí que a alguien de su rubro le gustaran nuestros servicios, estaba impactado cuando lo vi, de hecho me asusté; abrí el portón y estaba ahí, parado viéndome fijamente, un caballero doble, fornido, con una estatura aproximadamente de un metro noventa, más alto que yo, y eso que mido aproximadamente un metro con ochenta y tres, pero bueno, regresando a su descripción, portaba un uniforme camuflado color verde oscuro, botines negros y una boina que lucía muy bien, dijo: buenas noches, con una voz ronca, fuerte y espesa, buenas noches respondí; le indiqué que pasara; él portaba arma de fuego y una cantimplora del mismo color. Y sí, es lo que ustedes imaginan, era parte del servicio de la Fuerza Armada, que acababa de finalizar su turno y decidió desestresarse.

Lo hice pasar al cuarto temático le ayudé a quitar su uniforme, cuando me acerqué a él, sentí un olor peculiar, un aroma fuerte, un aroma que se impregnó de inmediato en la habitación, un olor a hombre, a hombre trabajado pero agradable, un aroma a su perfume muy bien quemado mezclado con su sudor, un sudor agradable que da gusto sentirlo, le ayudé a quitar sus botas, su ajustado pantalón, su camisa manga larga, su camiseta blanca y el armamento que andaba, me refiero a su arma de fuego, un arma corta y como no sé de calibres, ni marcas, mucho menos modelos de armas, les debo ese dato, pero, su otra arma la conservó todo el tiempo muy bien puesta.

Comencé el masaje, realmente no sabía cómo tratarlo, estamos acostumbrados a recibir personas de la sociedad civil, nunca antes a alguien con sus características, pero había que hacerle frente a esa oportunidad que estoy seguro que muchos desearían tener. Le trabajé la espalda suavemente, pero me dijo que con más fuerza, y eso me puso tenso, utilicé mi fuerza, mis manos y mi cuerpo, para doblegar el estrés de ese cliente cansado, de cuerpo duro y esbelto que a penas y cabía en la camilla, con cuidado pasé levemente mis manos sobre las líneas muy bien marcadas de sus glúteos en su ropa interior, cuando de repente dijo: – Ahí no cabrón y se dio vuelta.

Me asusté y de inmediato me hice hacia atrás, se colocó con su rostro hacia arriba, y no pude evitar ver lo que llevaba entre sus piernas, era un arma muy bien cargada y de muchas municiones, medía aproximadamente unos 20 centímetros, rápidamente realicé el masaje en sus extremidades y tórax, para concentrarme en su sofisticado artefacto balístico, quité su ropa interior y comencé a frotar con mi mano derecha, como noté que no era suficiente, utilicé mis dos manos para realizar el masaje, estaba duro, tenso, pulsante, vivo, juguetón y en movimiento, así estaba su miembro, ese miembro que masajeé por más de 20 minutos y que solo se movía y palpitaba, pero no daba muestras de eyacular, luego me dijo: ahí tenés para toda la noche; sonreí y continué en mi labor, tenía el deseo de relajarlo y conectar con él, en eso me dijo, parate a mi lado, metió su mano dentro de mi ropa interior y presionó fuertemente mis glúteos y volvió a decir: esforzate cabrón que ya casi y continué con mis dos manos, cuando al cabo de unos minutos, gritó, suspiró, jadeó y su miembro pulsaba cada vez más intensamente, hasta que por fin, dejó salir sus balas, su miez, su semilla, su virilidad se expuso y su aroma a hombre fue mucho más fuerte, eyaculó una gran cantidad de líquido blanco, espeso, fuerte y sano como él; lo limpié y su armamento continuaba erecto. 

De inmediato se puso en pie y se comenzó a alistar para salir, se guardó su arsenal que seguía como si nada hubiese expulsado después de todo, se colocó su uniforme y se fue, erecto como si jamás acabó, así se retiró.

Nos leemos en la próxima temporada.

Un abrazo con cariño y nuestro agradecimiento para ti por acompañarnos.

Atte. Mateo

RELATO 0011 | TEMPORADA I

1 Comentario

  1. Unknown

    Waaow me parecio muy exitante el relato de hoy me encanto waaow q dicha de acariciar aun uniformado

    Responder

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