¿Cómo estás pasando tu noche de domingo? Nosotros aquí desde el club, estamos espectacular. Y como todas las noches de domingo, es momento de compartirte nuestro relato de hoy y sucedió justamente esta semana. Ve por sus toallas húmedas, papel higiénico, el respectivo gel lubricante, dispositivo de lectura en mano y empecemos la erección.
¿Recuerdas que esta semana cayó la primera lluvia? Pues bien, ese día estaba por irme a eso de las 9:30 p.m. cuando me avisaron que venía un cliente y que preparáramos la suite número uno, lo hice en seguida y justamente terminé, cuando me avisó Carlos que el paciente había llegado, -lo de siempre-, lo instalamos en nuestro parqueo y lo hicimos pasar.
Lo dejé en la sala de espera, le serví un té verde caliente (que había solicitado previamente) y mientras escuchaba la música relajante, nuestro protagonista de hoy, observaba fijamente nuestro acuario que induce de forma indirecta a la relajación, el toque de luz tenue que irradia la lámpara de sal del Himalaya ilumina todo el espacio, convirtiéndonos así, en el primer templo temático de la relajación en El Salvador, y si a eso le agregamos la vista espectacular a la ciudad, ¡Uff! ¡Increíble!
Y ya dejando de lado el comercial, lo hice pasar a nuestra habitación. La rutina de siempre es acomodar la ropa de nuestro paciente para que pueda disfrutar su masaje con la menor cantidad de prendas posible, pero, algo que nunca había sucedido pasó esa noche, nuestro amigo me dijo: -Me voy a quedar con la camisa y el pantalón. Intenté convencerle que lo adecuado para un masaje es no tener ropa, pero aseveró que era la primera vez y que sentía vergüenza que siendo heterosexual, que un caballero le aplicara un tratamiento de masaje relajante.
Le comenté que es la rutina y que al principio la mayoría de nuestros clientes sienten incomodidad, pero que como masajistas somos muy profesionales y que estamos para ayudar. Pero en fin, se quedó con ropa y ya se imaginan mi gran interrogante, ¿le aplico cremas, aceites o nada? A lo que preferí preguntarle que le gustaría y me dijo que sin nada.
Comencé a realizar el masaje relajante en la espalda y extremidades inferiores como siempre lo realizamos, no noté nada extraño, luego el cliente quedó boca arriba y comencé a trabajar su cuello, hombros, brazos, pectorales, axilas, tuve que meter mi mano dentro de su camisa, una camisa formal con botones por lo que no era conveniente hacerlo encima porque podía lastimarle y arrugar la prenda.
Luego trabajamos piernas, también se me dificultó el hecho que su pantalón era de vestir y no tan ajustado, un pantalón color café claro, y ¡qué bueno que no era ajustado!
En el momento que comencé a trabajar sus extremidades inferiores, algo dentro de él comenzó a crecer, algo muy suyo, algo que no quería dejar ver y que en esa situación, había crecido con fuerza, con potencia, con vigor.
Hubo un momento en que comencé a trabajar la ingle derecha, abrí sus piernas y dejé ir mi mano entre su pierna y su miembro, -a como podía y con disimulo- rosaba mi brazo en su bulto, en un momento lo hice con fuerza y fue entonces que dejó ir un gemido con placer y excitación, observé que ese miembro crecido y alargado, había dejado salir todo el estrés que llevaba dentro, un estrés color blanco, con aroma a frutos y que manchó su pantalón con una sombra grande y espesa, permitiendo sentir su potencia viril, con ese miembro que no dejaba de palpitar, de crecer y moverse.
Le indiqué si me permitía limpiarle y me dijo que sí, tome unas hojas de papel toalla, bajé su cierre e introduje mi mano hasta su miembro, estaba húmedo, cubierto de leche y su erección no bajaba. Lo saqué y comencé a limpiar como mucha abnegación, rindiendo culto a esa gran verga, ancha, larga y rígida. La tomé con mi mano, ejerciendo fuerza con mis dedos, la sentía palpitar y no bajaba su erección, en eso me dijo: si me volvés a apretar, me puedo venir de nuevo, es mejor que no lo hagas.
Dato que no se lo dio a ningún sordo, le hice presión y puse mi rostro cerca, acto que duró 30 segundos o menos, y tenía toda su verga explotando en leche y esta vez no solo llenó su ropa sino también mi rostro. Estaba muy apenado, limpié todo y de inmediato terminé el masaje, le dije que me prestara su pantalón, lo cepillé y puse al secador. El cliente se fue como nuevo y con su ropa como si nada había pasado.
Atte. Mateo
RELATO 0008 | TEMPORADA I
Me da curiosidad saber como eres J. C. ya que los hombres somos muy visuales y si eres guapo o como serán tus facciones o tu cuerpo eso influye mucho como parte del morbo.
Próximamente compartiremos nuestras experiencias y nuestras descripciones. Pero, te vamos a gustar mucho cuando nos visites.
Yo envié mi cv para ser masajistav