Leche bendita

por | Jul 16, 2023 | TEMPORADA III | 2 Comentarios

Saludos eróticos en esta noche de domingo, noche de placer y relajación hasta la comodidad de tu casa, hemos regresado a petición de muchos de nuestros suscriptores, a las noches de Relatos Zen, iniciamos la tercera temporada que constará de 11 episodios, desde hoy, hasta el domingo 24 de septiembre de 2023 -con mucho más presupuesto- recargados de placer, fantasía y sentimientos culposos.

Ve por unas toallas húmedas, un gel estimulante y lo más importante, tu disposición a sacar tus deseos e instintos reprimidos, porque este relato está muy ardiente.

Todo sucedió durante una tarde lluviosa del mes de mayo y como es costumbre, Carlos, nuestro especialista en atención al cliente, siempre está pendiente de brindar los detalles de llegada al paciente y acompañarlo vía WhatsApp hasta la puerta de nuestro templo, que si bien es cierto no es un templo religioso, pero sí, un lugar sagrado para la profunda relajación, donde explota la energía creadora de nuestros pacientes, que llegan cargados y oprimidos. Y nuestro protagonista de hoy es un experto en materia sagrada.

Eran cerca de las tres de la tarde del lunes 15 de mayo de dos mil veintitrés, se oscurecían los cielos y la bendición de Dios empezaba a caer sobre nuestra tierra. Algo que no sabíamos, era que nosotros en el spa estábamos a punto de ser bendecidos también.

Carlos me avisó que nuestro paciente había llegado en un vehículo de alquiler por aplicación, lo habían dejado afuera de nuestro edificio y la lluvia ya estaba intensificando, bajé inmediatamente por él y lo hice pasar, saludé a nuestro personal de vigilancia y le indiqué que mi visita bajaría en 50 minutos. Llegamos al ascensor y presioné el botón que indica el número de nivel de nuestro santuario, el intervalo que normalmente utiliza el elevador para desplazarse entre el parqueo y nuestro nivel, es aproximadamente de 35 segundos, pero en esa ocasión esos 35 segundos se volvieron eternos, yo iba muy tenso con el paciente, el ambiente se volvió incómodo y ya te voy a contar por qué.

Al salir a recibirlo, le saludé amablemente, me respondió y bajó la mirada. Matías, como le llamaremos a nuestro buen caballero del bien, vestía un pantalón negro de sastre, unos zapatos de cuero del mismo color muy bien lustrados, una camisa negra manga larga, un sombrero oscuro tipo Fedora, un maletín negro que llevaba entre sus brazos y sobre su pecho, Matías es alto, blanco, barbado, de unos 32 años aproximadamente, así era nuestro paciente inspiración de esta noche.

Cuando llegamos al ascensor, noté que su ropa estaba mojada, hacía frío por el clima, luego, para romper el hielo que nos invadía, le dije: ¿Desde dónde nos visita? De la zona occidental -me dijo- y volvió a bajar la mirada. Fue incómodo porque desde que lo vi, conocía su profesión y sabíamos que no debíamos estar ahí, que estábamos en el lugar y momento correcto, pero que no debíamos conversar para no cruzar esa delgada línea que nos unía, entre lo prohibido para él y lo culposo para mí.

Nosotros como profesionales de la salud, expertos en discreción, normalmente no socializamos con el paciente, no preguntamos y tampoco solicitamos datos personales y a cualquier muestra de seriedad, nos mantenemos en ese límite. 

Llegamos al spa, lo hice pasar a nuestra cabina relajante y a media luz, tomé una toalla y sequé sus extremidades y rostro, dejé su maletín en nuestro guardarropa, puse música sacra, encendí algunas velas y le ayudé a retirar sus prendas, le dije que se recostara sobre la camilla e inicié retirando los zapatos y calcetines, así como el resto de su vestimenta, comencé a profanarlo con sutileza, realicé un suave masaje sobre sus hombros, desabotoné su camisa e introduje mi mano derecha en sus pectorales, un pecho muy fuerte y con vellos, después muy lentamente bajé hasta sus piernas, donde accidentalmente mi mano tropezó con un bulto encendido y listo para ser corrompido.

Retiré despacio su pantalón, continué con su camisa y finalmente su cuello clerical, y sí, efectivamente, tus pensamientos alcanzativos y pecaminosos que te han acompañado hasta este punto del relato, han sido ciertos, teníamos en nuestras instalaciones a un hijo predilecto y sagrado de Dios que llevaba la bendición bajo su ropa, prendas litúrgicas y celestiales, sagradas y perfumadas a varón escogido por el altísimo.

Ya cae la tarde, se nublan los cielos, se mezcla lo celestial con lo terrenal y el masaje está por iniciar, el padre Matías se dispone a disfrutar algo que nunca antes ha disfrutado por su condición de varón célibe, pero con el profundo deseo de ser hombre, de disfrutar un morbo natural entre varones, entre dos especies similares de la misma creación, Matías había bajado de la divinidad, para convertirse en un humano más y conocer uno de los placeres más fascinantes que solo nosotros podemos brindar: la relajación.

Realicé el masaje con total normalidad, espalda y piernas, después, pecho, abdomen, brazos y extremidades inferiores, durante los últimos 20 minutos del masaje tántrico, la situación comenzó a ponerse intensa, se levantó de la camilla con su miembro glorioso sumamente erecto y rígido, me dijo con la voz entrecortada y su corazón latiendo con rapidez: 

– Podrías hacerme un favor? 

A lo que yo respondí con sumisión: 

– El que usted desee, durante los próximos veinte minutos, soy un israelita en manos del faraón.

Sonrió y me explicó que siempre había tenido la curiosidad de tocar el miembro viril de otro varón y que si podía experimentar ese placer conmigo, a lo que respondí que sí, muy apenado porque desde hacía un largo rato, mi cuerpo había procurado una pagana erección a causa de una serie de pensamientos culposos, llenos de pecado y placer, luego de mi respuesta, inmediatamente bajó mi interior y tomó mi trozo con fuerza y velocidad, lo apretó y agitó, después me acercó con determinación hacia él y disfrutaba mucho la fricción, respirábamos con rapidez, en ese momento sentí que algo de él deseaba salir, pero se contuvo y me indicó que me acostara boca abajo sobre la camilla, después él se subió encima, acariciaba mi espalda y glúteos, me tocaba con profunda fuerza mientras se masturbaba, viéndome ahí, indefenso y a su servicio.

Yo estaba muy fascinado con la experiencia y se me ocurrió expresar algo que siempre había querido decir, una frase con la que fantaseaba desde pequeño y por fin, tenía la oportunidad de expresar:

– Bendígame, padre.

Ese momento fue mágico porque cuando escuchó mis palabras, algo dentro de él se prendió, se batía y presionaba su miembro con mayor precisión, fuerza y agilidad, sentía que la velocidad aumentaba y sus bendiciones estaban a punto de salir, para ayudarlo, hice un movimiento para acercar mis glúteos a su cuerpo, su respiración aumentó, su cuerpo se entumeció y expiró.

Fue mágico porque un grito acompañó su expulsión, su blanca vertiente había salido con fuerza de él y caído sobre mi espalda y glúteos, fue muy placentero sentir sobre mi columna, esa blanca esperma resbalando por mi espina dorsal. 

Había terminado y su nivel de satisfacción había llegado al extremo, con cuidado ayudé a limpiarlo y procedí a limpiarme. Le expresé que sus votos de castidad estaban a salvo con nosotros y que podía disfrutar en nuestro oasis de placer, las veces que lo necesitara.

Escena post créditos: Esa noche, pude ir en paz y di gracias a Dios.

Atte. Mateo

RELATO 0001 | TEMPORADA III

2 Comentarios

  1. Edgonz

    Indudablemente fue una experiencia religiosa

    Responder
  2. Isaac

    Exelente historia
    Buen comienzo …..

    Responder

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Comentarios recientes 🔥