Este relato con el que acompaño tu noche de domingo, es bastante fuera de lo común, ya que hasta el momento es el único paciente con quien realizamos este tipo de procedimientos de entre quienes nos visitan y que a medida lo hemos ido atendiendo, se ha perfeccionado la técnica entre los terapeutas que le han atendido.
Armando Campos Baires, nos ha visitado 18 veces entre el 6 de febrero de 2023 y el 5 de julio de 2024. Asiste asiduamente a nuestro templo de relajación una vez al mes, para tener ese momento sagrado, entre él, el masajista y el Tantra.
Yo lo he acompañado a su ceremonia ritual (como él la llama) únicamente tres veces, no le gusta cambiar mucho de masajista, pero por los horarios distintos de sus visitas, siempre hay cambios en el turno del personal.
Armando verdaderamente es un caso, tiene entre 50 y 55 años, es exigente pero de buena manera, es alto, blanco, con bastante volumen corporal, su cuerpo lleno de vellos y viste como si fuera joven, su voz es fuerte y ronca, su miembro es bastante prominente pero lo usa muy poco.
La historia que te comparto, data de su visita del 11 de junio de 2024. Sucedió algo que nunca en mis años de experiencia había presenciado y que hasta la fecha no he encontrado una respuesta lógica, compartida por la ciencia, solo sucedió, lo disfruté y guardé la experiencia en mi corazón, como diría un libro por ahí.
Llegó cerca de las 7:00 p.m., salí por él y lo instalé en la habitación, al cerrar la puerta lo primero que me dijo fue:
- Vamos a hacer el ritual romano.
Yo me sorprendí porque nunca en la vida había escuchado el término, pero siempre estoy abierto a las solicitudes de mis pacientes y si se trata de acumular experiencias sexuales, mucho mejor, como agregar un sello a mi pasaporte.
Me pidió una toalla y me dijo que si le podía llevar dos cervezas en envase de vidrio, yo le indiqué que no tomo, pero me dijo que no eran para consumir, ni para él, ni para mí, sino para realizarse el enema, ante la práctica ceremonial que estábamos a punto de iniciar. Me reí con ligereza y le llevé lo solicitado.
Cuando salió del baño, me dijo que sus enemas por lo general los realiza con hielo y a veces con café, pero que en esta ocasión sería con cerveza por motivos aparentes de una recomendación, dijo que únicamente agita la cerveza y se inserta la boca de la botella para que el líquido entre, y repite ese mismo paso, llevaba otras herramientas al baño, que posiblemente también utilizó para su cometido.
Al salir, sacó su bocina y puso su propia música (siempre que nos visita lo hace), y antes de acostarse me dijo, primero uno, después dos, vemos como nos va con tres y después probamos con estos.
Como ya conozco las indicaciones que son muy similares en sus visitas, me dispuse a comenzar. Él siempre nos va diciendo, cómo, cuánto y dónde. Se acostó sobre la camilla, llené mis manos con abundante crema, y comencé el masaje. Con él, el masaje es únicamente de espalda, piernas y ano.
Una vez pasados los primeros 15 minutos, comencé a manipular su cavidad rectal, con mis uñas bien recortadas comienzo a ingresar mi dedo índice, primero realicé el masaje circular a modo de comenzar a dilatar y poco a poco, inserté mi dedo limpio y lubricado en su ano. Mi dedo siempre apunta hacia el ombligo, hasta sentir la próstata.
Una vez ubiqué su próstata con mi dedo, y la comencé a manipular, él empezó a gemir y a estremecerse, desde la posición que tenía acostado, se puso en cuatro sobre la camilla y yo me senté abierto en la misma camilla y al final, con mis piernas abiertas y colgadas, digamos que su culo quedaba muy cerca de mi rostro, en ese momento, continué el acto de manipulación, mi mano derecha en su ano y mi mano izquierda en su verga que inicia a despertar, una vez los dedos le están estimulando.
- Ahora con dos, por favor. Me dijo.
Con mucho cuidado voy ingresando también mi dedo medio, siempre con masaje circular y a modo de dilatarle con placer, una vez ya posicionados ambos falanges, procedo a estimular, adentro, afuera y círculos (y repite), esta dinámica la hice con 4 dedos, una vez quise intentar con el quinto, me dijo que ya no más.
Se acostó nuevamente y descansamos durante unos 3 minutos, me dijo que probáramos con el pepino, traía consigo dos elementos del reino vegetal que en algunas ocasiones utiliza para su placer.
Cabe mencionar que durante toda la sesión, permanezco con erección y no me toca. Me produce mucho placer tener sometido a un macho tan grande y fuerte, disfrutando ser destrozado de su cavidad.
Tomé primero el pepino, le puse un preservativo, lo lubriqué muy bien y comencé a introducirlo sobre su recto, regresó a la posición en cuatro y continuó retorciéndose de placer, entraba, salía y en círculos, durante algunos minutos, después cambiamos la herramienta y utilicé un camote en forma de yuca, nuevamente coloqué un preservativo, lubricación y a continuar, gemía, gritaba, se retorcía, sudaba y según notaba, su mismo dolor le causaba placer.
Estuvimos así durante algunos minutos, y me dijo que hasta ahí, que regresáramos a los dedos, porque estaba al mil de excitación, utilicé mis tres dedos medios de mi mamo derecha y comencé todo el proceso inicial: entraban, salían, se retorcía, presionaba sus pezones, lo masturbaba, mi erección continuaba, los dos estábamos sudando y en un ambiente sexual muy profundo y concentrado, y a medida el proceso avanzaba, los latidos de nuestro corazón de aceleraban.
Hubo un momento, en que sentí que contuvo al máximo su respiración, se contrajo por completo, y dio un grito extremadamente fuerte y largo, y después de estar tenso y rígido, se dejó caer, su erección desapareció sin eyaculación, y se desvaneció de nuevo sobre la camilla con mis dedos aun adentro, mi mano izquierda estaba completamente limpia, pero en la habitación sentía un profundo olor a semen, yo estaba seguro que no había eyaculado, solo permanecí con demasiada humedad durante todo el proceso, pero mi mano derecha, tenía un ligero líquido pegajoso color blanco, que tenía el mismo olor que el semen.
No me gustaría ser irresponsable y aseverar que eyaculó por el recto, porque no soy experto, ni científico, no me consta que eso pueda llegar a suceder, sin embargo, estoy seguro en un 99.99% que el olor era el mismo, la textura y sensación estaban en una misma sintonía seminal.
Evité hacer preguntas, me limpié la mano, le di su toalla, se fue a bañar de nuevo, le cobré el servicio y las cervezas, y se fue.
Hasta hoy, no lo he vuelto a atender.
Atte. Mateo Núñez
RELATO 0006 | TEMPORADA IV
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